Ni siquiera en esta época electoral en la que se estrenan rotondas con boato, la única estación gallega de montaña encuentra hueco en ese álbum de fotos en el que se recogen los retratos oficiales de los presidentes autonómicos. No consta que ninguno de los dos últimos hayan pisado Manzaneda en visita oficial. El anterior a ambos, Manuel Fraga, lo hizo una vez en 16 años. Difícil de entender. Imposible de explicar.
La estación de montaña de Manzaneda, su comarca, su provincia y su comunidad autónoma merecen mucho más que una explicación. Está avalada por los hechos y por los números. Durante la campaña de invierno, en un año poco generoso en nieve, la estación recibió 100.000 visitas (en sólo dos meses, con 46 días de nieve, 44 de ellos esquiables). Las comparaciones son odiosas, pero también reveladoras. A Manzaneda, donde los sucesivos gobiernos autonómicos han escatimado inversiones mínimas imprescindibles, le salen 50.000 visitas al mes. A la Ciudad de la Cultura, donde han quedado sepultados 300 millones de euros, le salen algo más de 37.300 visitas mensuales (448.000 al año según los datos presentados por la propia Xunta). Los datos son inobjetables y demuestran que Ourense puede presumir de una instalación holgadamente rentable social y económicamente y con un coste insignificante para las administraciones públicas. No se entiende, y volvemos a las odiosas comparaciones, esa negativa a situar a Manzaneda entre las prioridades presupuestarias de un Gobierno gallego que, sin embargo, ha gastado alrededor del millón y medio de euros en una sola exposición, efímera, como fue el caso (y no fue un caso único) de la controvertida «Gallaecia Petrea», en la ya mencionada Ciudad de la Cultura.
La reciente entrada de la Diputación en el accionariado de Meisa, con el compromiso de aportar inicialmente 2 millones de euros para activar el plan de innivación artificial, abre un nuevo horizonte, pero vuelve a dejar en evidencia la remolona y titubeante implicación en este proyecto de la Administración gallega, de la que se esperaba (porque así lo habían anunciado fuentes autorizadas del propio Ejecutivo) un compromiso inversor cerrado y certificado por el Consello de la Xunta. Nada, de momento, salvo declaraciones de intenciones. La última, la de la directora de la Axencia de Turismo de la Xunta, Nava Castro, quien este jueves pasado aseguraba en el Foro La Región que Manzaneda era de vital importancia para el desarrollo del sector turístico gallego. Le faltó remachar tan indiscutible aseveración con un compromiso dotado de cifras y plazos de ejecución. Así lo echaron de menos todos los agentes políticos y económicos y sociales presentes en el Foro. Salieron de este encuentro conclusiones elementales pero contundentes. Hay en España otras 34 estaciones de esquí, todas ellas esenciales en el progreso económico de su entorno, todas ellas arropadas por las administraciones públicas y todas ellas necesitadas y dotadas de planes de innivación artificial que garantizan y amplían su rentabilidad, como pusieron de manifiesto los representantes de estaciones tan emblemáticas como la de Alto Campoo o Baqueira Beret.
Ni podemos ni debemos, por tanto, bajar la guardia, ni renunciar a la exigencia. Manzaneda sigue siendo, gracias también a la valiente gestión realizada por el grupo Oca Hotels, una oportunidad de futuro para Galicia. La llegada del AVE propiciará que se recorten los tiempos y atraerá nuevos apasionados de los deportes de montaña. Un coruñés podrá desplazarse en tren en poco más de una hora hasta Ourense y con autobuses lanzadera estar esquiando hora y media después en lugar de gastarse su tiempo y su dinero para llegar a San Isidro, otro ejemplo, por cierto, de cómo las administraciones sí muestran una visión clara sobre la misión estratégica de su estación y la traducen en un apoyo constante e inequívoco.
La atracción de Manzaneda es incuestionable y su potencial gigantesco. Su propia historia lo atestigua con hitos excepcionales: en el medio siglo de vida desde que se instaló el primer remonte, equipos de la élite del fútbol como el Mallorca o el Real Madrid (este último en cuatro ocasiones) han subido a la montaña ourensana para realizar la pretemporada liguera y, precisamente, si dejaron de hacerlo fue porque durante años los gestores públicos ni se ocuparon ni se preocuparon por mimar el complejo y mantenerlo en un nivel competitivo.
Hay que reconocer, sin embargo, el acierto de la actual Xunta al propiciar la entrada de Oca Hotels en Meisa. La llegada del grupo hotelero ha marcado un punto de inflexión. Ha profesionalizado la gestión y ha emprendido mejoras en las instalaciones con la doble ambición de captar a los aficionados a los deportes de invierno y de construir una oferta atractiva el resto del año. Se están dando pasos importantes en ambos objetivos. Es vital conseguir una estación de montaña dinámica en verano, pero sin olvidar que el primer elemento distintivo y aliciente de este complejo es la nieve; miles de niños gallegos de sucesivas generaciones han tenido aquí su primer contacto con ella. Los responsables de Oca Hotels manejan desde su llegada un plan de innivación artificial que proporcionaría cuatro meses esquiables, con todos los beneficios que ello representaría para Manzaneda, su comarca, su provincia y para el sector turístico gallego.
Cuando nieva en Manzaneda, los negocios apostados en las rutas que se dirigen hacia el Macizo central hacen su agosto. Si Meisa se mueve, se mueven las economías locales de lugares tan dispares como Ribadavia, Monforte, O Barco, A Gudiña, Pereiro de Aguiar, Quiroga, Ourense, Pobra de Brollón… Los testimonios de los empresarios y los cierres de las cajas registradoras dan fe de esta relación causa-efecto.
Un buen gobernante ha de estar a la altura de los recursos naturales que le regala la tierra. Tiene la obligación de cuidarlos, rentabilizarlos y ponerlos al servicio del desarrollo de sus ciudadanos. No es de recibo dejar que una empresa cargue en solitario con inversiones y riesgos que por justicia exceden lo razonable para una iniciativa privada que se la está jugando por un proyecto de indiscutible interés social. Como mínimo, Manzaneda merece planes y presupuestos como los que se han ejecutado en el monasterio de Santo Estevo de Rivas de Sil, restaurado hasta el último detalle con fondos públicos antes de ser entregado a Paradores. Idéntica fórmula se utilizó para acondicionar el monasterio de San Clodio, en manos de una cadena privada después de haber sido espléndidamente rehabilitado con dinero público. La estación de montaña de Manzaneda, con todo lo que representa, exige, como mínimo, el mismo trato.
En enero de 2012, el presidente de la Diputación de Ourense, Manuel Baltar, concluyó que en esta provincia la prioridad de la Xunta tendría que ser Manzaneda. En marzo de 2014, la institución provincial acaba de dar un paso adelante, ingresando en el accionariado y comprometiendo la palabra y la inversión. Sin medias tintas. Todos los datos indican que estamos ante una oportunidad ganadora. ¿A qué o a quién teme la Xunta cuando se trata de echar el resto por Manzaneda? ¿A qué espera para retratar su compromiso definitivo con este privilegiado paisaje? Todos son ventajas para invertir en Manzaneda. No hacerlo sería un error imperdonable.